jueves, 9 de agosto de 2007

TUS LEYES DEL CAOS

Y te has separado de Él -en el sueño- porque no podías asumir que tú, siendo un creador como tu Padre, procedas de Él. Has querido demostrarte, y demostrarle, que eres más. Y al ir en contra del sentido común, de la razón y de toda lógica:

- Te has convertido en un ser solitario, abandonado, inerme e ínfimo.

- Te has ocultado de ti y te has alejado a ningún sitio.

- Has cambiado tu Grandeza y Gloria por tu grandiosidad e infierno, que es tu putrefacto mundo, así como tu insubstancial cuerpo.

- Has cambiado tu condición santa por una ilusión maldita.

- Has trucado el Todo por la nada.


Y aprecias tu infierno porque es tu obra, es tu logro, es lo único que has sabido hacer, pues tu mente enferma no alcanza a más. Te has alejado de la cordura hasta tal punto que por tus propios medios te resultaría imposible recuperar la razón.

Necesitas de una mano que te ayude a salir de tu infierno y superar el círculo vicioso que has urdido para no ver más la luz. Necesitas ayuda para despejar las densas tinieblas que te impiden la visión.

Has dotado a tu cuerpo de ojos y oídos que ni ven ni pueden oír. Pues piensas que los mensajes que te traen son tu realidad. Y te traen mensajes de venganza y traición, de impotencia y enfermedad, de pseudo-amor efímero y engañoso.

Has ocultado de tu conciencia la autoría de tu aparente realidad, y, así has intentado perder la pista que te llevaría a recuperar tu Identidad. Crees que la causa de tu destierro se encuentra aparte de ti, y que sólo eres una víctima de algo que no entiendes ni mereces. Y así borras cualquier huella que te pudiera conducir a recuperar tu cordura.

Te has echado encima una cruz muy pesada que te aplasta sin ofrecerte posibilidad de escape. Los planes de escape que inventas están permanentemente condenados al fracaso, pues la espesa niebla que te envuelve te impide utilizar el sentido común para poder salir a flote.

Pero no tienes otra cosa que lo que deseas. Y aunque tú crees que avanzas, en verdad, te encuentras totalmente inmovilizado. Tu mundo se rige por las “leyes” del caos, cuyo primer artículo es que la verdad es diferente para cada persona, y se sustenta en la idea de que cada cual es un ente separado, con su propia manera de pensar que lo hace diferente de los demás.

Este principio nace de la creencia en una jerarquía de ilusiones, y que algunas de ellas son más importantes que otras, y, por lo tanto, más reales.

La segunda “ley” del caos, muy querida por todo aquel que venera el pecado, es que no hay nadie que no peque, y, por tanto, todo el mundo merece ataque y muerte.

Este principio, estrechamente vinculado al primero, es la exigencia de que el error merece castigo y no corrección. Pues la destrucción del que comete el error lo pone fuera del alcance de la corrección y del perdón.

De este modo, interpreta lo que ha hecho como una sentencia irrevocable contra sí mismo que ni siquiera Dios Mismo puede revocar. Los pecados no pueden ser perdonados, al ser la creencia de que el Hijo de Dios puede cometer errores por los cuales su propia destrucción se vuelve inevitable.

La tercera “ley” del caos es la creencia descabellada que hace que el caos parezca eterno. Pues si Dios no puede estar equivocado, tiene entonces que aceptar la creencia que Su Hijo tiene de sí mismo y odiarlo por ello.

Observa cómo se refuerza el temor a Dios por medio de este tercer principio. Ahora se hace imposible recurrir a Él en momentos de tribulación, pues Él se ha convertido en el “enemigo” que la causó y no sirve recurrir a Él.

Ahora la salvación jamás será posible, ya que el salvador se ha convertido en el enemigo. No pienses que el ego te va a ayudar a escapar de lo que él desea para ti. Tu ego es quien te dice que este mundo que has fabricado es real, pues sin su invento él desaparecería, y eso no puede consentirlo. El ego atribuye valor únicamente a aquello de lo que se apropia.

Esto da lugar a la cuarta “ley” del caos, que si las demás son aceptadas, no puede sino ser verdad. Esta supuesta ley es la creencia de que posees aquello de lo que te apropias.

De acuerdo con esta ley, la pérdida de otro es tu ganancia y, por consiguiente, no reconoce el hecho de que nunca puedes quitarle nada a nadie, excepto a ti mismo. Mas las otras tres leyes no pueden sino conducir a esto. Pues los que son enemigos no se conceden nada de buen grado el uno al otro, ni procuran compartir las cosas que valoran. Y lo que tus enemigos ocultan de ti debe ser algo que vale la pena poseer, ya que lo mantienen oculto.

Nadie desea la locura, ni nadie se aferra a su propia locura si ve que eso es lo que es. Lo que protege tu locura es la creencia que tienes de que es verdad. La función de la demencia es usurpar el lugar de la verdad. Para poder creer en la demencia hay que considerarla la Verdad. Y si es la verdad, entonces su opuesto que antes era la Verdad, tiene que ser ahora la locura.

Tal inversión, en la que todo está completamente al revés (en la que la demencia es cordura, las ilusiones verdad, el ataque bondad y justicia, el odio amor y el asesinato bendición) es el objetivo que persiguen las “leyes” del caos.

Esos son los medios que hacen que las leyes de Dios parezcan estar invertidas. Ahí las “leyes” del pecado parecen mantener cautivo al amor y haber puesto al pecado en libertad. Pero esos no parecen ser los objetivos del caos, pues gracias a la gran inversión parecen ser las leyes del orden. ¿Cómo podría ser de otra manera?

El caos es la ausencia total del orden, y carece de leyes. Para que se pueda creer en él, sus aparentes leyes tienen que percibirse como reales. Su objetivo de demencia tiene que verse como cordura. Y el miedo, con labios mortecinos y ojos que no ven, obcecado y de aspecto horrible, es elevado al trono del amor, su moribundo conquistador, su sustituto, el que te salva de la salvación.

¡Cuán bella hacen aparecer a la muerte las leyes del miedo! Incluso el caos no duda indicarte abiertamente que debes temer a Dios, pues la derrota de Dios es su objetivo. ¡Dale gracias al héroe que se sentó en el trono del amor y que salvó al Hijo de Dios para condenarlo al miedo y a la muerte!

Ninguna de las “leyes” del caos podría coaccionar a nadie a que creyese en ellas, si no fuese por el énfasis que se pone en la forma y por el absoluto desprecio que se hace del contenido.

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