jueves, 9 de agosto de 2007

EL REFLEJO DE TU DEMENCIA

Lo que el mundo entiende por amor, no es otra cosa que un acto egoísta, en el que el ego sólo busca su complacencia. Con la misma facilidad que puedes encontrar algo digno de amor, puedes percibirlo más tarde como algo odioso y despreciable.

El amor que entiende el mundo no es otra cosa que simple especulación. En unos casos puede parecer más real que en otros, pero en todos no deja de ser un sentimiento egoista porque el que percibe es la mente del ego. El ego no puede superar sus propios límites, ya que en el momento en que los superara comenzaría su destrucción. Si el mundo realmente amara, no sería el mundo.

Necesitas identificarte con algo y a ese logro lo llamas amor, pero es una emoción siempre condicionada, es un sentimiento que busca apropiarse de algo en detrimento de otros. Y si el objeto de su amor no responde adecuadamente a sus espectativas, lo odiará. Mas el Amor es universal y nunca pide reciprocidad. El Amor nunca exige, siempre da. Nunca puede odiar porque no tiene opuesto.

El mundo no cede espacio al amor, pues le tiene declarada la guerra, ya que si le diera acceso al amor, dejaría de ser el mundo que percibes. Tienes el mundo que cabe en tu mente dormida, y cámbias ese mundo con la misma cadencia que cambia tu mente dormida.

Pero en realidad tu mundo no cambia porque tu mente dormida es totalmente estéril. Como no dispones de unos patrones consistentes y convincentes, tu mente está en constante ebullición, y esta inestabilidad la reflejas en tu mundo.

Esta situación es un fiel reflejo de tu demencia y al no encontrarte a ti mismo, no puedes conocer el reposo. Así pues, no es el mundo el que cambia, aunque tú sólo percibas el cambio fuera de ti. Es tu mente la que se encuentra permanentemente buscando la felicidad, pero con la consigna bien asumida de que no deberá encontrarla.

El mundo es sólo el resultado de la proyección mental del Hijo de Dios. Cuando éste recupere la cordura, el mundo dejará de existir, pero no antes ni tampoco después. Pues la cordura es incompatible con el mundo, como lo es el mundo con la Verdad.

Cuando los Hijos de Dios se conozcan a sí mismos, el mundo no tendrá justificación y se disolverá como un azucarillo en un vaso de agua.

Pero el fin del mundo no supondrá un chirriar de dientes como piensas, sino que habrá alegres sones de clarines celestiales celebrando alborozados el renacimiento de los Hijos de Dios. Y todos juntos se reirán por un momento ante el recuerdo del pueril infierno que idearon. Y esta loca idea desaparecerá para siempre.

Por fin se ha producido la resurrección del Hijo de Dios, que al ser la reafirmación de la vida, es la negación de la muerte. Y la muerte se reconoce como lo que es, como algo que nunca existió. Asímismo, el pecado dejó de cumplir su función paralizante al reconocerse su inexistencia.

No hay comentarios: