jueves, 9 de agosto de 2007

LA OFRENDA DE AMOR

¿Crees que la Verdad puede ser tan sólo meras ilusiones? Las ilusiones son sueños precisamente porque no son Verdad. El hecho de que la Verdad esté ausente de todas ellas por igual es la base del milagro, lo cual quiere decir que has entendido que los sueños no son nada, y que escaparte de ellos depende, no del sueño, sino de que despiertes.

¿Cómo puede ser posible conservar algunos sueños y despertar de otros? La elección no es entre qué sueños quieres conservar, sino sólo si quieres vivir en sueños o despertar de ellos.

Los sueños que te parecen gratos te retrasarán tanto como aquellos en los que el miedo es evidente. Pues todos los sueños son sueños de miedo, no importa en qué forma parezcan manifestarse.

El miedo puede estar oculto tras formas agradables, pero nunca está ausente del sueño, pues el miedo es el elemento básico de todos los sueños. El milagro sería ciertamente traicionero si te permitiera seguir amedrentado por no haber reconocido el miedo. Pues no estarías entonces dispuesto a despertar, que es para lo que el milagro allana el camino.

El ataque es la respuesta a una función que no se ha llevado a cabo tal como tú la percibes. La depresión o el ataque no pueden sino ser los temas de todos los sueños, pues el miedo es el elemento de que se componen. El fino disfraz de placer y alegría de que tal vez vayan envueltos, apenas cubre el grueso bloque de miedo que constituye su médula. Y es la médula lo que el milagro percibe, y no las envolturas que los cubren.

Cuando te invade la ira, ¿no es acaso porque alguien no llevó a cabo algo tal como tú creías que debía hacerse? ¿Y no se convierte esto en la “razón” que justifica tu ataque?

Los sueños que crees que te gustan son aquellos en los que las funciones que les asignaste se cumplieron, y las necesidades que les adscribiste fueron satisfechas.
Los sueños no se desean en mayor o menor medida. Simplemente se desean o no. Y cada uno representa una función que tú le has asignado a algo. Si satisface tu demanda, crees que el sueño te gusta. Si fracasa, crees que es triste. Pero el que fracase o se logre no es lo que constituye su médula, sino sólo su envoltura.

¡Cuán felices serían tus sueños si no le adjudicases a cada una de las figuras que aparecen en ellos el papel que “debe” representar! Es únicamente la imagen que tienes de alguien lo que puede fracasar, y tener esa imagen es lo único que constituye una traición.

La médula de los sueños que ofrece el Espíritu Santo no es nunca una médula de temor. Lo que determina toda percepción es su propósito, en el sentido de que aparenta ser aquello para lo que se considera que es.

Una sombría figura que ataca se convierte en un hermano que te ofrece una oportunidad para prestar ayuda, si esto se convierte en la nueva función de tu sueño. Y, de este modo, los sueños de tristeza se convertirían en sueños de alegría.

¿Para qué es tu hermano? No lo sabes porque tu función aún no te resulta clara. No le asignes un papel que tú crees que te gustaría a ti. Y no trates de herirle cuando no cumple el papel que le asignaste en el sueño que tienes de lo que debería ser tu vida.

Él pide ayuda en cada uno de sus sueños, y tú puedes prestársela si ves la función del sueño tal como la percibe Aquel que puede utilizar todo sueño en beneficio de la función que se le encomendó al Espíritu Santo. Puesto que ama al soñador, y no al sueño, cada sueño se convierte en una ofrenda de Amor. Pues en el centro de cada sueño se halla Su Amor por ti, iluminando amorosamente cada manifestación del sueño.

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