jueves, 9 de agosto de 2007

LA REALIDAD SIEMPRE TE ENCUENTRA

El más claro síntoma delator de la demencia es la enfermedad, el pecado y el sufrimiento. Pues en verdad, todos ellos son uno. Y cada uno de ellos no es sino una versión de la muerte.

La crucifixión es el símbolo del ego. Cuando el ego se enfrentó con la verdadera inocencia del Hijo de Dios intentó darle muerte, y la razón que adujo es que la inocencia es una blasfemia contra Dios.

El reconocimiento de la Inocencia por parte de cualquier Hijo de Dios suena a los oidos del ego como una blasfemia merecedora de muerte. La ausencia de pecado no existe para el ego, pues la considera como un ataque frontal a su mundo y a la “razón”. Para él, la única verdad prevaleciente es el pecado, lo cual constituye la atalaya que garantiza y justifica su feudo maligno.

Puesto que el sano juicio juzgaría irrevocablemente contra el ego, todo lo razonable tiene que ser rechazado por el ego en aras de su propia supervivencia.

Una de las causas principales del estado de desequilibrio de tu mente demente –el ego- es su falta de discernimiento entre lo que es el cuerpo y lo que son los Pensamientos de Dios.

Los Pensamientos de Dios son inaceptables para el ego porque apuntan claramente al hecho de que él no existe. El ego, por lo tanto, los distorsiona o se niega a aceptarlos. Pero no puede impedir que dejen de existir.

El ego, por consiguiente, trata de ocultar no sólo los impulsos “inaceptables” del cuerpo, sino también los Pensamientos de Dios, ya que ambos suponen una amenaza para él. Dado que lo único que le preocupa es su propia supervivencia ante cualquier amenaza, el ego los percibe a ambos como si fueran lo mismo. Y al percibirlos así, evita ser aniquilado, como de seguro lo sería en presencia del conocimiento.

Cualquier sistema de pensamiento que confunda a Dios con el cuerpo o al cuerpo como obra de Dios no puede por menos que ser demente. Sin embargo, esa confusión es esencial para el ego, que juzga únicamente en función de lo que supone o no una amenaza para él. El ego exhorta a temer a Dios. En cierto sentido, su temor a Dios es lógico, puesto que la idea de Dios hace que el ego se desvanezca.

Para el ego, el ego es Dios y la inocencia tiene que ser interpretada como la máxima expresión de culpabilidad que justifica plenamente el asesinato.

Tal vez hayas reconocido la futilidad del ego y de sus planteamientos, pero aunque no lo deseas, puede que todavía no contemples la alternativa con agrado. En última instancia, tienes miedo de la redención y crees que te aniquilaría. El hijo redimido del hombre es el Hijo de Dios y reconocerlo es tu redención.

La percepción errónea es el deseo de que las cosas sean diferentes de como son. La realidad de todas las cosas es totalmente inocua porque la condición de su realidad es la inocuidad total. Esa es también la condición de la conciencia que tienes de su realidad. No te preocupes por buscar la realidad. La realidad te buscará y te encontrará cuando satisfagas sus condiciones.

Tú que no sabes lo que haces, puedes aprender lo que es la demencia y mirar más allá de ella. Verás todo lo que negaste en tus hermanos al haberlo negado en ti mismo. Así los amarás, y, al acercarte a ellos, los atraerás al percibirlos como los testigos de la realidad que compartes con Dios.

Mediante la separación aceptaste la demencia al creer que puedes construir un mundo privado y gobernar tu propia percepción. Pero para esto la luz tiene que ser excluida. Cristo en ti no retornará al Padre hasta que haya extendido tu percepción de forma que incluya al Padre. El Espíritu Santo es la luz en la que Cristo se alza revelado. Y todos los que en verdad desean contemplarlo lo pueden ver, pues han pedido la luz.

Para poder abandonar tu mundo demente es esencial que reconozcas que es falso. Has estado equivocado con respecto al mundo porque te has juzgado erróneamente a ti mismo.

Toda visión comienza con el que percibe, que es quien determina lo que es verdadero y lo que es falso. Tú que deseas juzgar la realidad no puedes verla, pues en presencia de los juicios la realidad desaparece.

Ante la realidad no caben los juicios, pues éstos se fundamentan en las diferencias, y lo diferente es sólo posible en tu mente dormida. Por lo cual, evitar los juicios es señal de sensatez y de que se va por el camino correcto, pues todos los juicios que emites recaen irremediablemente sobre ti.

Los pensamientos que tienes son cosas, y suponen tus creaciones. Son como tus hijos. Jamás los pensamientos pueden abandonar su fuente. Por esto, tú, que eres un Pensamiento de Dios, no puedes abandonarlo. Y cada pensamiento lleva implícito todo el sistema de pensamiento de su creador. Por ello, el Pensamiento de Dios que eres tú contiene el Pensamiento íntegro de Dios.

Cuando piensas como tu Creador, piensas realmente. Cuando lo haces en oposición al Pensamiento de tu Creador, no piensas nada. Y tú, que eres únicamente Pensamiento, sino piensas te encuentras en el infierno. Sólo puedes hacer la Voluntad de Dios cuando piensas, y sólo puedes pensar cuando aplicas la visión del Espíritu Santo.

La Voluntad de Dios es que nada, excepto Él Mismo, ejerza influencia sobre Su Hijo.

El Hijo de Dios es tan inmune al dolor como Él.

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